“afronto con gusto la pérdida de la vida, si este sacrificio mío puede contribuir a la paz y a la prosperidad de mi nueva Patria…os conjuro de la manera más solemne, y con la sinceridad propia del momento en que me hallo, a que mi sangre sea la última que se derrame".
Maximiliano
El 5 de febrero de 1867 Maximiliano desde una ventana del Palacio Imperial, contempló la salida del ejército francés. Con la salida del ejército francés se desvanecía la última oportunidad de Maximiliano para abdicar al trono de México.
Maximiliano
El 5 de febrero de 1867 Maximiliano desde una ventana del Palacio Imperial, contempló la salida del ejército francés. Con la salida del ejército francés se desvanecía la última oportunidad de Maximiliano para abdicar al trono de México.
Sin embargo Maximiliano no se quedaría solo en su reino. Con él se quedaban los generales Márquez, Miramón, Mejía y Méndez que se fueron a refugiar a Querétaro. “fue esta coincidencia de apellidos que comenzaban todos con la misma letra, la que hizo nacer la leyenda de la fatalidad que representó para el Emperador la letra eme, ya que a la eme de estos cuatro generales, se agregó la de su propio nombre, Maximiliano, más las emes de Miramar y de México, y en última instancia la eme de muerte. Pero también, por supuesto, la eme del nombre de pila del compadre que lo iba a traicionar en Querétaro: el Coronel Miguel López…”
El sitio por parte del ejercito de Juárez a Maximiliano empezó el 10 de marzo de 1867 y termino sesenta y un día después, el 15 de mayo. “en la noche del 14 al 15 de mayo de 1867, tuvo lugar la traición de López.”. Fue esa misma noche en el Cerro de las Campanas donde el general del ejercito republicano Echegaray se acerco a Maximiliano y le dijo- Su majestad es mi prisionero-
“En la víspera de la ejecución, a las ocho de la noche Inés Salm Salm solicitó una audiencia con Benito Juárez, quien la recibió de inmediato. El presidente, nos dice la princesa en sus Memorias, estaba –muy pálido y parecía sufrir intensamente-. Inés cayó de rodillas ante Juárez y le pidió que perdonara a Maximiliano. El presidente trata de alzarla, pero la princesa se abrazó a sus piernas y Juárez dijo: -me causa verdadero dolor, señora verla así de rodillas; mas aunque todos los reyes y todas las reinas estuvieran en vuestro lugar, no podría perdonarle la vida. No soy yo quien se la quita: es el pueblo y la ley que piden sus muertes; si yo no hiciese la voluntad del pueblo, entonces éste le quitaría la vida a él, y aun pediría la mía también-.
“En la víspera de la ejecución, a las ocho de la noche Inés Salm Salm solicitó una audiencia con Benito Juárez, quien la recibió de inmediato. El presidente, nos dice la princesa en sus Memorias, estaba –muy pálido y parecía sufrir intensamente-. Inés cayó de rodillas ante Juárez y le pidió que perdonara a Maximiliano. El presidente trata de alzarla, pero la princesa se abrazó a sus piernas y Juárez dijo: -me causa verdadero dolor, señora verla así de rodillas; mas aunque todos los reyes y todas las reinas estuvieran en vuestro lugar, no podría perdonarle la vida. No soy yo quien se la quita: es el pueblo y la ley que piden sus muertes; si yo no hiciese la voluntad del pueblo, entonces éste le quitaría la vida a él, y aun pediría la mía también-.
El 19 de junio de 1867, día de la ejecución, Maximiliano despertó a las tres y media de la mañana.
A las cuatro llegó el Padre Soria. A las cinco, Maximiliano oyó misa con sus dos generales, y a las seis y cuarto almorzó: carne, café, media botella de vino tinto y pan. Y así partió la cita con la muerte que firmo desde que salio de Miramar.
Al coche negro en que iba
La puerta se le atoró,
Y él salió por la ventana
Por su propia decisión
A un lado estaba Mejía
Y en el otro Miramón,
Como si tuviera aliado
Al bueno y al mal ladrón.
No me apunten a la cara,
Les suplicó al pelotón
Y a cada uno de los hombres
Una moneda les dio.
Dijo el capitán preparen
Y el Emperador sonrió:
No se derrame más sangre,
Se lo suplicó por Dios.
Cuando sonó la descarga
El Emperador cayó,
Pero estando ya en el suelo
Una mano le tembló
Que aún estaba medio vivo
El capitán discernió.
Con la punta de su espada
Le señaló el corazón.
Un soldado con su rifle
Un tiro le disparo
Y como fue a quemarropa
La levita se incendió.
López se murió de rabia
Y de bilis Napoleón
Juárez se murió de viejo
Junto a la Constitución
Márquez murió de pobreza
Y Bazaine como traidor,
Y yo me quedé, señores,
Comiéndome mi dolor,
Pues ese tiro de gracia
Que mató al Emperador,
Yo fui, para mi desgracia,
El que se lo disparó.
Al coche negro en que iba
La puerta se le atoró,
Y él salió por la ventana
Por su propia decisión
A un lado estaba Mejía
Y en el otro Miramón,
Como si tuviera aliado
Al bueno y al mal ladrón.
No me apunten a la cara,
Les suplicó al pelotón
Y a cada uno de los hombres
Una moneda les dio.
Dijo el capitán preparen
Y el Emperador sonrió:
No se derrame más sangre,
Se lo suplicó por Dios.
Cuando sonó la descarga
El Emperador cayó,
Pero estando ya en el suelo
Una mano le tembló
Que aún estaba medio vivo
El capitán discernió.
Con la punta de su espada
Le señaló el corazón.
Un soldado con su rifle
Un tiro le disparo
Y como fue a quemarropa
La levita se incendió.
López se murió de rabia
Y de bilis Napoleón
Juárez se murió de viejo
Junto a la Constitución
Márquez murió de pobreza
Y Bazaine como traidor,
Y yo me quedé, señores,
Comiéndome mi dolor,
Pues ese tiro de gracia
Que mató al Emperador,
Yo fui, para mi desgracia,
El que se lo disparó.