lunes, 17 de agosto de 2009

Mitos de la Historia Mexicana: Bandera Nacional

"Cuando instruyáis a vuestros hijos en historia de la patria, inspiradles amor al primer jefe del ejercito trigarante, quien empleo el mejor tiempo de su vida en trabajar porque fuesen dichosos.”

Agustin de Iturbide


La bandera nacional-nos dice Alejandro Rosas- es factura iturbidista; y de acuerdo a la historia nacional, Iturbide pertenece al mismo infierno cívico en donde se encuentran todos los derrotados: Miguel Miramón, Maximiliano, Lucas Alaman, entre otros. Sin embargo como la bandera, escudo e himno, sin importar su origen y por encima de la lucha de facciones, arraigaron en lo más profundo de la conciencia cívica. Así, en cuanto al himno nacional, hay que destacar la paradoja de que siendo el autor de la música el español Jaime Nunó y habiendo sido compuesto en plena dictadura conservadora Santanista, siga vigente.

Con respecto a la bandera, cabe mencionar que si bien entre 1812 y 1817 las guerrillas encabezadas por Guadalupe Victoria utilizaron por primera vez una bandera tricolor, al erigirse como jefe del Ejercito Trigarante, Agustín de Iturbide tuvo la visión de otorgar a los colores un significado incluyente. En la Villa de Iguala, el 24 de febrero de 1821, el sastre José Magdalena Ocampo fue el encargado de confeccionar la enseña de las tres garantías. Sus franjas estaban dispuestas en forma diagonal. En primer lugar aparecía el blanco, que simbolizaba la pureza de la religión católica, en el centro se encontraba el verde, que representaba la independencia y al final el rojo, símbolo de unión entre mexicanos y españoles.
El 2 de noviembre de 1821, Iturbide expidió un decreto por el cual se estableció que la bandera nacional “adoptaría perpetuamente” los colores verde, blanco y rojo en ese orden. Las franjas diagonales fueron modificadas por franjas verticales y se añadió un elemento: un escudo plasmado sobre la parte blanca de la enseña, cuyo origen se remontaba a la época prehispánica y que, con ligeras variaciones, había sido el emblema del pueblo azteca: un águila posada sobre un nopal devorando a una serpiente. La idea del águila en el escudo no era original de Iturbide. En 1815, José María Morelos había establecido que la bandera nacional debía tener un tablero de cuadros blancos y azul celeste-colores de la Virgen María- y en el centro, un águila mexicana de frente, con alas extendidas. Iturbide recupero la idea de Morelos y fundió en la enseña del nuevo país el pasado remoto de México.


Con el tiempo y el triunfo del proyecto liberal en 1867, la imagen del libertador fue prácticamente borrada de la historia mexicana. Las sombras del olvido lo confinaron a una pequeña urna en la catedral de México y acusado de reaccionario fue expulsado del panteón cívico por haber pretendido establecer un imperio. Sin embargo nadie cuestionó su bandera.
Poco antes del establecimiento de la primera republica federal, el 14 de abril de 1823, el Congreso ordenó que se retirara la corona imperial de la cabeza del águila, la que seria vuelta a coronar durante el imperio de Maximiliano. En ocasiones el mítico animal apareció con las alas extendidas, en otras, de perfil y en algunas de frente. Durante la guerra de Reforma (1858-1861), el águila también tomó partido. Los conservadores la estamparon mirando hacia la derecha, los liberales la hicieron ver hacia la izquierda. En otros periodos, como en la republica restaurada y el Porfiriato, la discusión giro en torno a colocar o retirar las ramas de laurel, modificar la peña de la que nace el nopal, o decidir si la peña debía estar rodeada de un bordado que representara el lago de Texcoco.

El merito de Iturbide-no conseguido por ninguna de los jefes insurgentes- fue lograr que la sociedad novohispana se viera a si misma como parte de un todo; creyera en la igualdad dentro del espacio común que representara la nueva nación. Aquel 27 de septiembre, país de la desigualdad-así llamado por Humboldt-dejaba de serlo y todos se reconocía bajo el mismo gentilicio: mexicanos. La historia escrita por los liberales en el siglo XIX y por la familia revolucionaria en el XX no quiso reconocer merito alguno a Iturbide y ambas coincidieron en minimizar la significación histórica del 27 de septiembre, para establecer de manera exclusiva la no menos importante del día 16. No era una fecha de los vencedores y por tanto, no merecía un lugar en el calendario cívico oficial.

Espero- escribió Francisco Bulnes-que para el Centenario de 2110, dentro de 200 años se habrá reconocido que los tres héroes prominentes de nuestra independencia fueron Hidalgo, Morelos e Iturbide. Como los muertos no se cansan de reposar en sus tumbas, Iturbide bien puede esperar algunos cientos de años a que el pueblo mexicano, en la plenitud de su cultura, le reconozca con moderados réditos lo que le debe. Mientras no se honre como debe ser a los verdaderos héroes de la independencia y se llegue hasta suprimir de los homenajes la figura de uno o de algunos de los más grandes habrá derecho para decir que en las solemnes fiestas patria…quedo vació el lugar del primero de los personajes: la justicia.
El propio don Agustín desde su exilio en Italia vislumbró que el juicio de sus contemporáneos y de futuras generaciones podría ser tan adverso que concluyó sus memorias escribiendo: “Cuando instruyáis a vuestros hijos en historia de la patria, inspiradles amor al primer jefe del ejercito trigarante, quien empleo el mejor tiempo de su vida en trabajar porque fuesen dichosos.”

No hay comentarios: