jueves, 23 de abril de 2009

Noticias del Imperio II

Maximiliano, asesinaron los hawaianos a palos y cuchilladas por lo mismo que a ti te fusilaron en Querétaro, por creer en lo que no existe: la inocencia de los salvajes”
Carlota

Aquel 5 de mayo el cielo dejo caer un aguacero infernal, el cielo abrió sus compuertas y mando viento, granizo, neblina y obscuridad. Puebla de los Ángeles cubrió de gloria a las fuerzas del General Ignacio Zaragoza de la mano de la valentía de sus hombres y de la naturaleza: “el 5 de mayo de 1862, la grande armée francesa, el ejercito triunfador de la Guerra de Crimea y de la Guerra por la Unificación de Italia, invicto desde Waterloo, fue derrotado en su intento de tomar la ciudad de Puebla por los defensores mexicanos de la plaza: el Ejercito de Oriente, al mando del General Ignacio Zaragoza”.



Heridos en el orgullo los franceses, y el mismo Napoleón III, el Poder Legislativo de aquél país mando al General Elías F. Forey de regreso a México “al frente de dos divisiones que hicieron ascender a veintiocho mil hombres el total de tropas francesas en territorio mexicano…A esto se agregaban casi siete mil hombres más, entre las fuerzas auxiliares mexicanas comandadas por los generales Almonte y Leonardo Márquez, y los contingentes nubio y egipcio”. El nuevo avance sobre Puebla se dio diez meses después de la primera derrota; fue así como a principios de marzo de 1863 el ejército francés marcho nuevamente hacia Puebla. “En la ciudad, además al mando de la guarnición, estaban algunos de los generales juaristas de mayor prestigio, como Berriozábal, Negrete, Porfirio Diaz, O´Horan y el garibaldino Ghilardi. Pero el héroe del 5 de mayo, Ignacio Zaragoza, el general que había nacido en Tejas cuando Tejas era todavía de México, ya no lo encontraron los franceses en Puebla, porque había muerto apenas unos meses antes de fiebre tifoidea…en su honor y en su memoria, la ciudad dejaría algún día de llamarse Puebla de los Ángeles, para llamarse Puebla de Zaragoza”.



El presidente de la Suprema Corte de Justicia, el General Jesús Gonzáles Ortega, se había convertido en el nuevo jefe del Ejército de Oriente. Fue el mismo General Gonzáles Ortega quien pidió al ministro de Guerra más provisiones en caso de que el sitio por parte de las tropas francesas se extendiera por más de dos meses. El presidente Juárez no consideró que el sitio durara más de 45 días, y rechazó la petición del General Gonzáles.
“El 19 y el 20 (de marzo), sólo hubo intercambios de fuego aislados. El 21 comenzó la batalla en grande: el enemigo disparó ese día más de treinta cañonazos contra la división del General Negrete situada al pie del Cerro de Loreto. El 29 de marzo cayo el fuerte de la Penitenciaría”. Mientras tanto en el pueblo de Loreto el Comande y jefe de las Fuerzas del Centro Ignacio Comonfort ofrecía un baile para animar a sus hombres, las tropas francesas toman desprevenidas al ejercito del Centro en la Batalla de San Lorenzo: “la Batalla de San Lorenzo, significó para el ejército juarista una pérdida de dos mil hombres entre muertos, heridos y prisioneros, ocho piezas de artillería, de víveres y municiones, cuatrocientas mulas y gran número de cabezas de ganado”.


Sin embargo, no fue hasta el 1 de junio de 1863 cuando las tropas imperialistas entraron a la ciudad de México. El General Forey consideró que, tomada la capital, la conquista de México era un hecho. “Pero Benito Juárez dijo que la caida de Madrid y de Moscú no le habia dado al primer Napoleón el dominio de España y de Rusia, y que el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos estaría, de alli en adelante donde estuviera él: asi en San Luis como en Matehuala, Monterrey, Saltillo, Mapimí, Nazas, Parral, Chihuahua o Paso del Norte, que fueron las ciudades a donde Juárez viajó llevando a cuestas la presidencia”.
A pesar que muchas ciudades como Tampico, Morelia o Guadalajara fueron cayendo, estas ciudades no representaban mas que la sexta parte del territorio; confirmando asi el pronóstico de Juárez “el enemigo concentrado en un punto sería debil en el resto y, esparcido en todos, sería débil en todos también”. Fue así como las tropas imperialistas tomaban una plaza, los juaristas se replegaban esperaban que se fueran las tropas y volvía a regresar a la plaza. Hubo ciudades que fueron tomadas, perdidas, retomadas y vueltas a perder hasta catorce veces.


Para finales de 1865, Maximiliano recibe una carta de Napoleón III, donde le confirma que el ejército francés en México sería reducido gradualmente de 28,000 a 25,000 para finales de 1866 y para finales de 1867 a 20,000 pasara lo que pasara en Europa así seria.

Años más tarde en sus años de locura y obscuridad, que para mi fueron años de luz y de claridad, Carlota escribiría “No veo cómo podemos justificar una intervención en ningún país en nombre de la justicia social, habiendo en Francia tanta corrupción y tanta desigualdad-toda empresa colonial que alardea de misión civilizadora no es más que una miserable estafa-… la religión de los aztecas era una religión de dioses crueles, y por lo tanto el sacrificio tenia una lógica, macabra, si, pero lógica al fin. Nosotros, en Europa, torturábamos a inocentes y quemábamos a brujas en nombre de un Dios todo misericordioso”.
Maximiliano acostumbraba llevar su diario, una de las notas que escribiría de la mano de Fernando del Paso dice así: “Alamán decía que como nación México era un aborto…A veces pienso que eso es cierto…Pero no te ofendas, Blasio, te lo suplico, porque si esa verdad así te duele, piensa que a mi también; y quizás más que a ti porque ésta es la patria que elegí, mi patria adoptiva, y hasta la última gota de sangre que corre por mis venas es ahora mexicana…”, aquí empezaría el epílogo triste de una muerte anunciada.

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