jueves, 17 de septiembre de 2009

Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes

“Juntos están los restos de Allende y los de Hidalgo en la columna de la Independencia. Quien esto escribe ignora si la eternidad guarde los odios. Si es así, Hidalgo y Allende seguramente no disfrutan su mutua compañía y deben estar harto incómodos en su forzada vecindad
Catón

A las 2 de la mañana de aquel 16 de septiembre de 1810, recibió el Cura Miguel Hidalgo en su casa a Juan Aldama e Ignacio Allende. Nerviosos y asustados le informaron a don Miguel que todo se había descubierto y que la autoridades tenían orden de aprehensión en su contra. Con la calma que da un buen chocolate a esas horas de la madrugada, don Miguel dijo: Señores somos perdidos. Aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines-. Así inicio la lucha de independencia que hoy 199 años después festejamos.
A las 5 de la mañana con las calles llenas de gente, pues era domingo, día en que campesinos, indios y gente de muchas partes llegaba al pueblo de Dolores, unos para vender otros para comprar mercancías y muchos más a escuchar misa; se sorprendieron al escuchar el repique de las campanas de la iglesia. Pronto se lleno el atrio de la iglesia para ver que sucedía. Ahí más que un grito, Hidalgo dio un discurso que termino el cura Hidalgo gritando vivas al Rey Fernando VII y a la religión católica, y mueras al mal gobierno. Comenzaba un movimiento de independencia en medio del desorden, robo y muertes.

Los insurgentes tomaron Guanajuato, Valladolid – hoy Morelia- Toluca y se dirigían hacia la capital de virreinato. A unos cuantos kilómetros de entrar a la majestuosa ciudad de México Hidalgo ordena la retirada ¿Por qué?. A los insurgentes se les había acabado el parque y deja la toma de la capital para mejor momento. Hecho que es interpretado por las autoridades imperialistas como una gran victoria.

Hidalgo y sus fuerzas sufrirían el primer descalabro en Aculco, que fue un tremendo fracaso para las tropas insurgentes y el comienzo del desastre. La retirada de México y el desastre de Aculco hicieron muy marcadas las diferencias entre Hidalgo y Allende. Allende reprochaba a Hidalgo que diera rienda suelta al salvajismo y ansias de botín de la multitud que lo acompañaba. Don Miguel pensaba que el numero de sus seguidores le daría la victoria (en su mayoría los seguidores eran indios y campesinos que luchaban con piedras, palos y los mas afortunados con machetes), Allende afirmaba que era mejor preparar un ejercito bien disciplinado que no huyera al oír los primeros disparos del enemigo. Los desacuerdos, rencores y discusiones se hicieron tan marcados que tras la derrota de Aculco, Hidalgo y Allende se separaron cada quien por su parte.
Don Miguel desesperado por el huracán que lo arrastraba caería en muchos errores que lo harían recibir el nombre de asesino: ordeno asesinatos de inocentes solo para halagar los apetitos de la turba. Allende cansando de los excesos de Don Miguel, intentará asesinarlo (envenenarlo) para salvar el movimiento insurgente de los errores de Hidalgo. Don Miguel se salva de morir asesinado, pero Allende lo despoja del mando y prácticamente lo hace prisionero; hasta el día trágico en que los dos mueren a manos de la tropa realista.

El 21 de marzo de 1811. Apenas seis meses y unos días después de aquel 15 de septiembre de 1810 cuando el cura Hidalgo dio en Dolores el grito de insurrección; habían caído todos los jefes insurgentes en manos del capitán Ignacio Elizondo.
Armando Fuentes en su libro “La otra historia de México, Hidalgo e Iturbide” da muestra la debilidad humana ante la muerte: porque aunque esto lo oculta muy celosamente la historia oficial, la verdad es que, cuando fueron juzgados, Hidalgo, Allende, Aldama y los demás… dieron tristísimas muestras de lo que es la naturaleza humana. En sus declaraciones se culparon unos a otros de lo que había pasado; pretendieron algunos librarse de responsabilidad arrojándola sobre sus antiguos compañeros”. El 26 de junio de 1811 fueron ejecutados Allende y Aldama. Cuatro días después, el 30 de junio, seria fusilado don Miguel Hidalgo, no sin antes ser degradado como sacerdote y sufrir toda clase de vilezas por parte del juez enviado por el pontífice romano.

Es evidente las diferencias entre los primeros jefes insurgentes, pero el dignificante el valor y la decisión de estos hombres y mujeres que edificaron el sentir mexicano. Los errores, odios y rencores son parte de la debilidad de nuestra naturaleza humana; como también forman parte de esta misma naturaleza el valor, coraje y visión de un México Independiente que hoy celebramos, 199 años después gracias a estos excepcionales hombres.

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